En el fondo de los cañones de las sierras de Baja California Sur se
encuentra una de las manifestaciones pictóricas rupestres más
importantes del mundo
. Estas pinturas se inscriben en el estilo Sierra
de San Francisco, de lo que se denomina el “Gran Mural”, cuyo limites
van desde la sierra de San Borja y la sierra de San Francisco hasta la
caída sur de los lomeríos de la sierra de Guadalupe. Las pinturas han
sido relacionadas con varios mitos que dan cuenta del comienzo de la
vida y la creación de los primeros seres humanos en el mundo antiguo
peninsular. También se han relacionado con la representación de los
muertos, la “posesión del espíritu”, el “trance” y un “vuelo”, el cual se
lograba con la ingesta de plantas alucinógenas nativas.
Los colores para el pintado se preparaban con minerales reducidos a
un finísimo polvo al que se le iban añadiendo diferentes aglutinantes
como agua, sangre, grasa animal y extractos de plantas, los que eran
aplicados con pinceles o directamente con los dedos en los respaldos
rocosos. Del óxido de hierro fue sacado el color rojo, del manganeso
el negro y del yeso se obtuvo el blanco. Con estos colores se lograron
más de veinticinco tonalidades que fueron matizando los pigmentos.
Las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco fueron incluidas
en la lista del patrimonio mundial de la Unesco en el año 1994.
Cueva de San Borjitas
Es uno de los sitios con pinturas rupestres que más se ha estudiado en la península
de Baja California. Está localizado en un punto lejano de la sierra de Guadalupe,
en el municipio de Mulegé, y es hasta hoy el espacio que da cobijo a
una de las
pinturas rupestres de mayor antigüedad en México y en el continente americano
, pues una de las imágenes bicolor que se encuentra en su mural tiene una temporalidad de
7 500
años antes del presente
.
Cueva de Santa Teresa
Quienes supieron de la existencia de las pinturas del cañón de Santa
Teresa, fueron los primeros rancheros de la sierra de San Francisco, quienes
comenzaron a poblarla gracias a Buenaventura Arce, un californio fundador
del tronco de los Arce, que ahora sigue floreciendo en los oasis de esa
sierra y de donde han salido
los guías que conducen a los visitantes que se
atreven a incursionar hasta la profundidad de los cañones.
Cueva Oscura
El lugar donde se encuentran estas pinturas rupestres permite observar un
entorno que ahora se valora como paisaje ritual, es decir de pertenencia
común a una cultura en donde lo sagrado delimita lo profano. Así, las cuevas
pintadas pueden ser vistas como los lugares sagrados de quienes estuvieron
poblando la península y expresando su espiritualidad desde hace miles de
años.
Cueva Pintada
La Cueva Pintada se localiza al margen derecho del arroyo de San Pablo, en la profundidad
de un cañón llamado Santa Teresa, o también “Salsipuedes”, en la sierra de San Francisco.
Muchas de sus figuras están pintadas encima de otras, formando hasta siete capas
pictóricas distintas, al grado que es difícil reconocer una de las restantes, particularmente
las más profundas. En ella se han contabilizado más de mil cuatrocientas figuras de
diferente tamaño. Destacan las de mamíferos terrestres y marinos, como venados,
borregos cimarrones, liebres, ballenas y focas. Entre lo más sobresaliente están las figuras
humanas de gran formato, las cuales se muestran con los brazos extendidos. Gracias a
diferentes trabajos de investigación, algunos estudiosos remiten la presencia humana de
La Pintada a una antigüedad de poco más de 10 000 años.
El Gran Mural
En general, se acepta que las pinturas
rupestres de las sierras de San Francisco
y Guadalupe pertenecen a lo que se
conoce de manera genérica como “Gran
Mural”, concepto creado para designar
las características colosales de esta
representación.
Dentro del “Gran Mural” se han definido
hasta el momento varios estilos y son los
siguientes:
rojo granito para la sierra de
San Borja, sierra de San Francisco para las
pinturas que se localizan en esa sierra,
La Trinidad y el semiabstracto meridional para
la sierra de Guadalupe. Recientemente se han
identificado en esa misma área dos nuevos
estilos a los que se les ha dado el nombre de
La Matanza, y Guajademí. Es de señalar que
la definición de los primeros cinco estilos se
dio en función del trazo, las características del
soporte, la escala y las técnicas de aplicación
del color, y no tanto por las temáticas que las
pinturas contienen.
Existe una cueva denominada Cueva de la
Serpiente que representa el descenso de una
serpiente con cornamenta de venado justo en
el equinoccio de primavera, es decir, el 21 de
marzo, lo cual nos indica que algunos de los
sitios con pinturas rupestres podían cumplir
entre otras funciones la de ser marcadores
calendáricos muy puntuales.
Cabeza de venado, Cueva Pintada
Los pigmentos minerales
para el pintado de las cuevas fueron trasladados
desde un yacimiento que se encuentra en uno
de los cañones del volcán de las Tres Vírgenes
, y seguramente también de algunos otros lugares
cercanos a la costa, donde se localiza ahora el puerto y mineral de Santa
Rosalía. De este mismo volcán se extraía también la obsidiana para la
fabricación de las puntas que se empleaban en la cacería de animales. Al
parecer, muchas de estas puntas están sugeridas en las pinturas rupestres,
atravesando figuras humanas y de venados, principalmente.
Algunos autores de libros sobre las pinturas rupestres, y también
muchísimos visitantes que tienen la oportunidad de conocer algunas de las
pinturas, miran en las imágenes rupestres lo que consideran la obviedad
de una cacería, una guerra, la evidencia visual de la violencia, el sacrificio
ritual, la iniciación sexual de los jóvenes, así como la vida reproductiva;
también, hay quienes han buscado otras lecturas relacionadas con eventos
astronómicos ocurridos hace miles de años.
Cueva de las Flechas
El nombre de este sitio se debe a que el lienzo de la pared rocosa presenta
unas figuras humanas flechadas, aparentemente una representación
femenina y otra masculina.
Este sitio es uno de los de mayor atracción visual por varias razones. Una de
ellas es la limpieza de su factura que sugiere haber sido elaborada en una
sola ejecución. A diferencia de otras, esta no fue repintada, por lo que su
lectura visual es de las más claras.
Cueva de San Julio
La Cueva de San Julio forma parte del conjunto pictórico del cañón de
Santa Teresa, y al igual que los otros sitios de esta área,
las pinturas están constituidas por “ideogramas”
. Es decir, representaciones simbólicas que
tuvieron su correspondencia fonética en idiomas hasta hoy desconocidos
por nosotros, pero cuya aproximación en el tiempo histórico correspondería
a las lenguas cochimí, guaycura y pericú, pues fueron estas las registradas
por diferentes observadores llegados a la península desde 1535 y hasta el
siglo XVIII.
Cueva de San Sebastián
Algunos autores de libros sobre las pinturas rupestres, y también
muchísimos visitantes que tienen la oportunidad de conocer algunas de las
pinturas, miran en las imágenes rupestres lo que consideran la obviedad
de una cacería, una guerra, la evidencia visual de la violencia, el sacrificio
ritual, la iniciación sexual de los jóvenes, así como la vida reproductiva;
también, hay quienes han buscado otras lecturas relacionadas con eventos
astronómicos ocurridos hace miles de años.
Cueva de la Cuesta de San Pablo
La lectura de las diferentes figuras que se pueden observar en las pinturas
muestra el carácter “realista” de muchas de las representaciones del gran
mural de la sierra de San Francisco, y en el cual se pueden apreciar tanto las
figuras humanas femeninas como masculinas
, que se despliegan en una
relación de carácter sagrado con diversos animales marinos y terrestres.
EL DESCUBRIMIENTO
La península de California fue descubierta
por los españoles en el año 1533. La nave
en que se hizo el viaje de descubrimiento,
llamada La Concepción, había salido
originalmente del puerto de Santiago junto
con otra embarcación, a la que una fuerte
borrasca separó frente a las costas de la
Nueva Galicia (Jalisco): el viaje de estas dos
naves había sido preparado y financiado por
Hernán Cortés.
En un principio, La Concepción llevaba como
capitán a Diego Becerra, quien perdió la
vida a manos de varios marineros que se
amotinaron, a los que jefaturaba el piloto
Fortún Jiménez Bertandoña, de origen
vizcaíno. Este tomó a su cargo el navío y lo
condujo mar adentro, rumbo al noroeste,
hasta topar con las costas de la península,
probablemente a la altura de la bahía de
La Paz. Fortún Jiménez murió durante
un encuentro que los expedicionarios
tuvieron con los nativos del lugar donde
ocurrió el desembarco. Los sobrevivientes
regresaron entonces a la Nueva Galicia,
donde difundieron la noticia de que en la
tierra descubierta se hallaban abundantes
placeres perleros. Se pensó en un principio
que los tripulantes de La Concepción habían
descubierto una isla de gran tamaño.