El Nacimiento de Una Nueva Tierra
Las piedras más antiguas de la península de Baja California pueden
encontrarse en los peñascos volcánicos que se localizan en el desierto
de El Vizcaíno, fechadas en 230 millones de años. Estos peñascos se
encontraban sumergidos bajo el mar, ya que la península, tal como la
vemos hoy, se formó a través de una serie de ascensos y descensos
marinos provocados por la actividad volcánica que ocurría en los
fondos del océano. Cuando esta actividad volcánica disminuyó,
hace 12 millones de años, aquella gigantesca cuña de lava y granito
permaneció de manera permanente sobre la superficie del mar.
Después se produjo una lenta formación de los ambientes naturales
que fueron conformando el rostro de una península con un gran
número de penínsulas menores, islas y bahías deslumbrantes, así
como fortines montañosos que se rompen donde comienzan los
mares: el Pacífico y el Golfo de California. Así fue como se asentó el
escenario natural que habían de encontrar los hombres y mujeres
primitivos que llegaron la primera vez bordeando las costas orientales
del continente. Esta sala narra cómo fue su vida cotidiana y la de las
otras bandas primitivas que vivieron a lo largo de miles de años en las
tierras peninsulares.
LOS FÓSILES
La península de Baja California emergió del
mar desde hace 65 a 190 millones de años.
Gran parte de las formaciones geológicas
corresponden a las zonas que estaban
sumergidas bajo las aguas. Esta columna
de fósiles corresponde a la cuenca de
San José del Cabo, la cual se formó en
el Mioceno tardío, hace 11 millones de
años. En ella, se han rescatado fósiles de
ballenas, delfines, tiburones y moluscos.
La otra columna reproduce la evidencia
de la cuenca de San Juan de la Costa, la
cual se formó en el Oligoceno, hace 29
millones de años. Ahí se han rescatado
fósiles de ballenas con dientes, anteriores
a las ballenas barbadas que existen en la
actualidad. Por encima de este estrato se
encuentra la capa Humboldt, en la que
actualmente se explota la fosforita, y
aún más arriba, las rocas de la formación
Comondú, donde se localizan fósiles de
origen terrestre.
GRANDES ANIMALES
Hace 2 millones de años había en la tierra
mamíferos de gran tamaño como el mamut
y el mastodonte. A ese tiempo se le ha
llamado Pleistoceno. El hombre llegó a la
Península al final de este periodo geológico
y cohabitó con estos grandes animales, así
como con el mayor carnívoro de los últimos
8 000 años, el oso gigante de hocico corto.
También, al menos con tres especies de
tigres dientes de sable, lobos de gran
tamaño denominados “lobos terribles”,
chettas y perezosos descomunales, así
como con otros animales de menor
tamaño: bisontes, caballos, cebras,
camellos, tortugas, tapires y ciervos.
LAS PRIMERAS
MIGRACIONES
El planeta experimentó grandes
enfriamientos que extendieron los hielos
glaciares, al grado de que estos cubrieron,
en diferentes momentos, el norte de los
continentes, bajando con ello el nivel del
mar hasta 120 metros. Durante la última era
glacial, el hombre emigró hacia el continente
americano, aprovechando que los descensos
del agua generaban amplias llanuras hoy
sumergidas bajo el Mar de Bering. El origen
de estos hombres se ubica en el noroeste
de Asia, cerca del lago Baikal (Rusia). Estas
remotas migraciones de gente del tronco
racial mongólico se extendieron luego
hacia el sur y después de varios miles de
años se introdujeron a la península de Baja
California, en un periodo denominado Lítico
o Paleoindio, entre los 33 000 y los 8 000
a. C. Los rastros más antiguos de presencia
humana en la península corresponden a un
sitio llamado Laguna de Chapala, fechados
entre 12 260 a 270 a. C., aproximadamente,
de donde se rescataron grandes herramientas
de piedra. Otro sitio ubicado en Isla de Cedros
fue fechado en 12 000 años. En ese periodo,
el frío y la lluvia generaron tupidos bosques
y extensas praderas, así como numerosas
lagunas y ríos. En esos crudos ambientes, el
hombre primitivo cazaba grandes animales
y danzaba alrededor de fogatas en ofrenda
a dioses de la fertilidad y a los astros de la
bóveda celeste.
PRIMEROS HOMBRES
EN LA PENÍNSULA
Para llegar a la península, los primeros
hombres se desplazaron por la costa
del Pacífico, a través de más de 6 000
kilómetros. Esta asombrosa migración se
logró en parte a que supieron organizarse
en pequeños grupos, ahora llamados
“bandas”. Estas bandas primitivas
recolectaban almejas y caracoles en
las bajamares, atrapaban todo tipo de
peces en las bahías y ensenadas, cazaban
tiburones en mares profundos y, cuando
así lo permitía el tiempo, mataban grandes
animales marinos, como ballenas. Para
complementar su alimentación comían
frutos silvestres, raíces, algunos animales
de tierra firme, y, en ciertos casos, llegaron
a cazar mamuts. Tenían cabezas alargadas
y estrechas, y poseían cuerpos fornidos y
resistentes. Solían permanecer en algunos
sitios durante varios días, abrigándose del
frío bajo carpas o toldos que elaboraban
con madera y cuero. Durante las estaciones
de primavera y verano se reunían en
numerosos grupos con la intención de
unir lazos de parentesco, transmitir el
conocimiento ancestral, intercambiar
parejas, realizar festividades y adorar a sus
antepasados comunes.
SE SECARON LOS LAGOS
Hace 10 000 años la península empezó
a desertificarse. A partir de entonces los
arboles dejaron de brotar y el clima, cada
vez más seco y caliente, provocó que se
agotaran los manantiales de agua. También,
los grandes animales se extinguieron o
emigraron y surgieron nuevas especies
como berrendos, borregos cimarrones,
venados, pumas, coyotes, liebres y todo
tipo de aves del desierto. Los hombres
primitivos se convirtieron en expertos
buscadores de agua dulce, abandonaron las
gruesas vestimentas de piel y dejaron sus
cuerpos al desnudo, protegiéndolos del sol
con pigmentos o tierras convertidas en lodo.
También cambiaron la cacería del venado a
un acto ritual. El aumento del nivel del mar
provocó que varara una mayor cantidad
de almejas en las playas, por lo que los
hombres primitivos disminuyeron la pesca y
la caza en altamar. Asimismo, la aparición de
matorrales y cactus les permitió desarrollar
un gran conocimiento de las propiedades
de las plantas, por ello aumentaron el
uso de piedras de molienda. Los sitios
arqueológicos asociados a este periodo, con
una antigüedad de 8 000 a 10 000 años, son
El Palmarito y La Pintada, en el norte del
estado de Baja California Sur, e Isla Espíritu
Santo y Costa Baja, cercanos a La Paz.
CULTURA DEL DESIERTO
El desierto se asentó desde hace 7 000 años
en la península, lo cual provocó diversos
cambios en el comportamiento de las bandas
primitivas, que empezaron a moverse por
senderos cercanos a las fuentes de agua
y mejoraron el acabado de las herramientas
para hacerlas más efectivas, moderando así
la energía que gastaban en sus actividades.
Asimismo, empezaron a regirse por un
agudo sentido simbólico. Cuando buscaban
pitahayas en las planicies, almejas en las
playas o bayas de encinos en las partes altas,
pedían permiso al dios de esos sitios y lo
veneraban con su visita. Para distinguirse
unos de otros utilizaban adornos y pintura
corporal, así como lenguas comunes. De ellas,
surgieron diversos nombres tribales.
Los más usuales son los de pericúes para
las bandas que habitaron el sur de la
península, guaycuras el centro y cochimís
el norte. Los hechiceros, y en ocasiones las
mujeres poseedoras de sabiduría ancestral,
eran responsables de aconsejar al grupo
sobre a dónde debían ir, dónde asentarse
por períodos cortos y cuándo partir. Estos
personajes poseían profundos conocimientos
de la naturaleza y de antiguas creencias
surgidas de la veneración de los astros. Sus
cultos mantenían la unión de las tribus
y aseguraban su supervivencia en el desierto.
ANCIANA EN SU REFUGIO
El hombre primitivo de la península muy
pocas veces habitaba dentro de cuevas.
Prefería hacerlo al aire libre, en respaldos
rocosos o solo en las bocas de cuevas
profundas. Sin embargo, se sabe de
hechiceros que algunas veces utilizaron
este tipo de oquedades para ocultarse. Un
ejemplo de ello se encuentra en un texto
hecho por los misioneros jesuitas en el
que se dice que durante una ceremonia el
hechicero se ocultaba en una “madriguera”
conocida como la “Cueva del Diablo”.
Pero los arqueólogos han localizado poca
evidencia que demuestre su uso de cuevas
de manera cotidiana. En sitios muy aislados
se han encontrado restos de fogatas,
herramientas, adornos personales y restos
de sepulturas, lo cual indica que en algún
momento los naturales pudieron ocupar
estos lugares como refugios ante el frío,
la lluvia o para enterrar a sus muertos.